Del plano más oscuro de la sombra,
se revuelven remolinos del espanto
y extienden en rugidos una alfombra,
de colmillos desnudos y de llanto.
Los cuerpos fibrosos de los lobos,
de ojos rojos y diente formidables,
pasan de la penumbra por recodos
y pisan nuestro suelo, implacables.
Se disfrazan con facciones del humano,
escondiendo el alma más oscura,
plantando guerra y muerte con su mano,
sembrando el horizonte de pavura.
Cuando corren esos lobos Dios nos guarde,
miles mueren y el mundo entero arde.
Nota Diario La Opinión
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