Muchas felicidades y un gran abrazo para estas fiestas
Les dejo la publicación del Diario La Opinión de San Luis que ha compartido mi obra
Los que quieran dejar su comentario pueden hacerlo en la misma página del diario, en la sección inferior.
Muchas gracias
Nota Diario La Opinión de San Luis
En la esquina de Av. Futuro y la calle del Pasado hay un viejo café, tan añejo como nuestra historia, donde uno puede entrar a tomar algo con su alma.
El inmenso cartel que con letras fileteadas anuncia su nombre, parece un tanto descolorido bajo el pequeño foco de luz que deja ver “El Mundo”, algo que resulta tan grande y a la vez tan pequeño en nuestras mentes humanas.
Siempre que voy, pienso lo mismo: ¿por qué será que solo se puede llegar de noche?
La puerta de madera despintada, cede liviana al peso de mi mano, quizás porque me conoce y a veces prefiero pensar que me espera.
Adentro, el ambiente es una mezcla de humo y perfumes rancios, parecidos al alcohol.
En la barra, el encargado sirve los tragos a pedido. No lleva cuernos ni cola, pero haciendo honor a su color predilecto, viste de rojo, como es de suponer.
Nadie pronuncia su nombre, dicen que es de mala suerte.
En la mesa que da a la ventana, dos amigas y eternas contrincantes juegan otra partida de ajedrez. La vida y la muerte pasan por sus manos, y en algún lugar, la guerra se desata.
Sobre el pequeño escenario, Nostalgia canta un tango que habla de ella.
En la barra, Amor toma un café mientras Pasión y Locura lo espían desde un rincón apartado.
Me pido algo y ocupo la mesa de siempre. Miro el reloj, todavía es temprano.
En la mesa de al lado Ciencia y Religión discuten acaloradamente. ¿Cuándo se pondrán de acuerdo? Inocencia ríe bajito cuando las escucha, no entiende lo que dicen, pero le hacen gracia los gestos y tantas palabras raras.
Vuelvo a mirar el reloj, ya falta poco.
Esperanza me hace un guiño para calmar mi ansiedad.
Miro los cuadros pintados por Historia, cuelgan de la pared mostrando hechos que nadie sabe si ocurrieron, pero que por respeto a ella, están allí.
Miro hacia la puerta, me parece que alguien entró.
Si, por fin, te veo acomodarte en tu silla con mis páginas en tus manos.
Sos la otra parte de mi alma que escribe.
¿Qué? ¿Me vas a decir que no lo sabías? Vos también, junto conmigo, estás en “El Mundo”.
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